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Aborto legal: un grito transatlántico


Nota realizada por Solana Camaño de la revista digital FEMINACIDA





Nos querían enemigas, nos tendrán hermanas de por vida. No nos callan más.  Quisieron enterrarnos, se olvidaron que éramos semillas. Verde que te quiero verde. Verde de amor, Verde de fraternidad.

Texto: Para multiplicarnos.

“Volem triar”. Queremos elegir. La consigna fue escrita en catalán por un grupo de mujeres que marchó el miércoles 8 de agosto al mediodía hacia el consulado argentino en Barcelona con pañuelos verdes en sus cuellos y puños.

En ese mismo momento, en la Argentina estaba a punto de comenzar un debate histórico sobre la legalización del aborto, y el movimiento feminista empezaba a hacerse presente en los alrededores de la Plaza del Congreso, apoyado por una campaña internacional que hizo eco en múltiples ciudades. La capital de Cataluña fue una de ellas: Mariana Tosunian, Paula Costantino y  Analia Fraser, tres jóvenes argentinas que llevan años viviendo allí, decidieron organizarse para seguir la sesión minuto a minuto hasta que fuese ley.

A las seis de la tarde, cuando en Buenos Aires la discusión en la Cámara Alta llevaba pocas horas y todavía no habían caído las primeras gotas, ellas marcharon bajo la lluvia por la famosa Rambla hasta la Catedral, agarradas de la mano. Lo que vieron las sorprendió: mujeres catalanas, argentinas y de otras nacionalidades cantaban “aborto legal en el hospital”. Las mismas letras que eran furor allá.

Mientras en el otro continente la Plaza y los subtes se llenaban de paraguas, bufandas y mantas verdes contra el frío, en Barcelona los 30 grados de temperatura inundaron las calles de abanicos del mismo color. La ola de calor siguió hasta la noche, donde la votación se proyectó en un centro vecinal independentista que le abrió sus puertas a la marea feminista. El mate no faltaba: la calabaza circulaba de mano en mano mientras señoras, niños, niñas, y jóvenes escuchaban la ponencia de los senadores y senadoras.

“Me sentía desprotegida, necesitaba el mimo de una mamá, como cuando fue lo de Cromañón. En la votación sentí que era el fin del mundo. Pensaba que estábamos a punto de avanzar. Pero no, casi. No podía parar de llorar: fueron doce horas seguida caminando en círculos. Después me di cuenta que no era una derrota, sino un inicio”, cuenta Paula a Feminacida.

Analía se fue a la playa con otras veinte compañeras a la madrugada. “Acá la sororidad está íntimamente vinculada con el desarraigo de la Argentina: nos tenemos que conocer y tirar todas para el mismo lugar porque estamos del otro lado del charco. Cada una está atravesada por su historia donde el hilo conductor es el patriarcado”, explica.

Para multiplicarnos, proyecto fotográfico de mujeres argentinas en Barcelona, surgió motorizado por ese deseo: manifestar lo que estaba latente, alzar una voz colectiva y potente que llegara a cada una de las compañeras de lucha en América Latina, Europa y todas partes. “Sentíamos la necesidad de acompañar, que se sepa y sea un grito global: visibilizarlo desde el territorio que habitamos y generar lazos de dependencia”, relatan sus impulsoras.

Analía es directora de cine y se encargó de la convocatoria: conocía integrantes de la agrupación “Marea verde”. Desde que el tema comenzó a ocupar un espacio central en la agenda pública argentina, la colectiva feminista migrante en Barcelona realizó iniciativas para acompañar la causa en la ciudad cosmopolita.

Mariana ejerce como psicóloga y materializó la idea en textos que empezaron a circular por las redes sociales, invitando al público femenino a sumarse. “No estamos convocando a un aborto nacional y popular: los embarazos deseados se van a acompañar”, aclara.

Paula prestó su ojo para hacerlo realidad: la propuesta consistía en retratar individualmente en un estudio a mujeres que posaran frente a la cámara con la inscripción que quisieran. Podían llevar un cartel desde sus casas o elegir uno que haya usado otra: la elección era libre.

En la Argentina, las imágenes de la lucha feminista están fuertemente ligadas a la espontaneidad de los cuerpos en la calle: el terreno de lucha y conquista de los derechos. Para multiplicarnos buscó generar un espacio de intimidad que alumbrara otras aristas del reclamo: “Las fotos fueron en blanco y negro por una decisión estética: nos despiertan sensaciones más ambiguas que el color, y el aborto es un tema muy oscuro en la sociedad que genera eso”.

En total posaron 44 mujeres diversas como los panfletos que sostenían en sus manos: “Allá como aquí las mujeres queremos decidir”, “Desde Barcelona acompaño a mis hermanas argentinas”, “Por políticas que incluyan problemáticas actuales: no a la clandestinidad, sí a la ley”.

En España, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo se sancionó en 2010 para personas gestantes mayores de 18 años, y se puede acceder a la práctica hasta las 14 semanas de forma gratuita en las prestaciones del sistema de Seguridad Social.

En Barcelona, el feminismo está calando hondo en cada una de sus esquinas: en abril la ciudad fue premiada por el Congreso Nacional de Ocio Nocturno por su  campaña “No es no” contra el acoso sexual, impulsada por el movimiento de mujeres catalanas y el Ayuntamiento.

Entre el 15 y el 21 de agosto, se celebraron las Fiestas de Gracia, uno de los eventos más esperados por quienes viven en el barrio que lleva ese nombre. Durante toda esa semana distintos artistas brindan conciertos al aire libre. Cada calle es decorada por sus habitantes, quienes deciden unos meses antes en secreto cuál va a ser la temática sobre la cual buscarán generar un impacto visual.

Desde 2016, una colectiva participa bajo el lema “Inundemos Gracia de feminismo”. El objetivo fue declarar varias plazas y veredas del barrio barcelonés como “espacios de autodefensa femenina” y construir fiestas “libres de actitudes machistas y LGTBfóbicas”.

Este año, las manzanas de Gracia volvieron a amanecer vestidas de lucha: “Comienza un largo y tortuoso viaje, llevamos valor y fuerza al equipaje. El régimen del 78 abandonaremos. La república feminista conseguiremos”, se lee en un cartel.

El grito atraviesa el océano, se ancla en regiones diversas pero se reconoce también como uno solo. “La lucha continúa: vamos a hacer una campaña para desarticular mitos que escuchamos en el debate. Vos no podés dar la espalda aunque te encuentres a kilómetros”, concluye Paula.

Si querés conocer más sobre el proyecto:




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